Mejor me quedaré aquí sentado,
dejando que los sueños sigan su curso sin rumbo
¿Para qué molestarlos? Si al fin de cuentas el mañana los seguirá manoseando
y reventándolos como quien estalla al reventar en un abismo.
El cielo ya no nos quiere, se nos cae a pedazos cada vez que nuestras almas chocan
y entre ellos se asoman lúgubres sombras que esconden sus rostros en un telar de tristes colores.
Tu sonrisa se desvanece y brillan tus ojos que contemplan la incertidumbre entre
un niño desvalido y un hombre sentado que mira hacia el cielo para ver a los ángeles caer a la tierra.
El humo del cigarro impregna mi cuerpo y solo puedo echar cabeza atrás con una postura de indiferencia.
Unos segundos y de mi boca emanan bocanadas como tentadoras siluetas que bailan
a mi alrededor, ofreciendo lo que consideras impermisible y aterrador.
Esos vaivenes que tanto evitas por no desvestir tus deseos de viejos trapos que cubren
y opacan la belleza de tu interior.
Me emborracho de tu indiferencia y río junto al llanto.
La luna ya se hastió de la misma historia y aleja su resplandor para encantar a otros.
Quedan las estrellas tranquilas y serenas cantando una solemne marcha fúnebre,
después de todo, el arcano ya te sembró patas arriba.
Y ahora solo suenan las melodías del sol y el viento, todo sigue su propio curso.
Mientras los ángeles en el suelo juegan como niños a enamorarse,
sonrío a un nuevo amanecer.
Y ahí está, después de más de dos años un intento de retomar las buenas letras (las otras me agobian de vez en cuando).
miércoles, 22 de agosto de 2012
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