
Volvió una calurosa tarde de verano, su ligero equipaje en una mano y con la otra ayudaba a sostener su guitarra en el hombro.
Contempló los cambios que tuvo la ciudad todo el tiempo que el estuvo asuente, pero algo le inquietó, no era algo que se viera, simplemente se sentía. Eran las personas que el creía serían las mismas.
Aterrado con este raro acontecimiento buscó refugiarse en algún lugar para ver qué era lo que sucedía.
Escondido en un recóndito lugar de la ciudad veía pasar muchas cosas, cosas que eran similares a las personas, mas no tuvo coraje de acercárceles, miró y observó todo lo que pudo, las cosas habían cambiado mucho desde que se fue desde que lo echaron. La 'gente' que el conocía dejó de lado la miserable igualdad que todos tenían a cambio de comida y estupidez gratis, a cambio de un progreso monetario que destruyó varias mentes y las estancó.
La gente no se dio cuenta que en el contrato de libre mercado también se incluían nuestras hermosas tierras y nuestros preciosos metales y con ello, diversas actividades económicas que son indispensables para nuestra vida, tampoco la educación. Las élites volvieron a surgir. Nadie dijo que se dejaría la lectura botada y que el intelecto sería camabiado por la caja con humanoides llenos de diversión.
Estaba atónito, aquel majestuoso idealismo que alguna vez se proyectó en su memoria no era más que cenizas... el músico nunca creyó que donde no le dejaron cantar tampoco a los demás dejaron pensar.
La gente paseaba y él los veía sonreir pero en el fondo sabía que esa sonrisa era sólo el esbozo de una vida irónica amarrada a muchas cuentas que pagar por detrás.
¡Pero qué va! nunca más supieron de hambre.
