jueves, 11 de junio de 2009

Lamento de un romántico (parte 2)

El sueño con la realidad esbozan un dulce rostro que con timidez me atrevo a acariciar, un suave cariño, una tierna mirada, tu sonrisa ha venido a reflejarse en mi corazón. Alimentas la ilusión, ¡crece la pasión! La vida nunca se había mostrado tan tierna y dócil, el llanto interno comienza a cesar. De la mano recorremos un mundo ideal adornado de sueños de algodón y estrellas que llueven por ver tu sonrisa resplandecer. Has tocado el punto vital de un niño que agoniza de amor, las grises lágrimas se tornan de color y los lamentos en momentos de candor. El sendero que me haces recorrer es tan real como el sueño que nunca logré conciliar, el mundo que me haces soñar es tangible como tus dulces labios de miel. Deseo embriagarme de tu ser y acabar eternamente con esta maldita sed.

Pero los pasos que dejamos a orillas del mar comienzan a desvanecerse antes de lo esperado y pronto nos atrapan, borrando aquel dulce sueño anhelado al igual que un lucero se extingue en un parpadear de ojos.

Azotado una vez más, perdido en mis pensamientos yazgo en una arena turbia y helada, aquel sendero se ha nublado. El sueño se desvanece la realidad el corazón me tuerce, los lamentos aun más fuerte permanecen… las lágrimas vuelven a su lúgubre color habitual.

Una vez vivido, el sabor es retenido y ansiado todavía más, aquel dulzor de tu mirada jamás podré olvidar. El frío es más intenso que antes, las lluvias son más tristes y el cielo ya no sonríe. La vida vuelve a ser la de antes. Esta vez con el dulce aroma de un sueño agradable, pero el amargor del amor sigue latiendo fuerte. El vacío que en mi abunda es tan insaciable como el limite de este universo. El añorar no me permite hasta los últimos instantes apreciar. Aquel nicho invade mi mente, no me deja pensar. Vuelvo a ser aquel romántico que añora su mundo ideal.

Mas habrán otras cosas que me harán curar y transformar todo esto en una hermosa tempestad, que refleje con delicadeza y alegría todo lo vivido... lo sentido.



El tiempo me obliga a vivir con la esperanza de volver a sentir…

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domingo, 7 de junio de 2009

Decepción



En un mundo donde reina el hombre, lo hacen más sus pensamientos, pero aquel que no controla sus pensamientos o no sabe dirigirlos simplemente cae en el riesgo de la ilusión e idoneidad falsa. Es un riesgo que siempre tomo, pues a fin de cuentas toda flor se marchita, todo fruto se pudre por causas que simplemente escapan de uno, causas cuyas fuerzas son externas y más poderosas que los frágiles pensamientos con los que dibujo el mundo... mi mundo acogedor. No es triste, es algo real, algo que a ratos me cuesta aceptar. Una brisa acogedora que te abraza se transforma en un frío hielo que te abandona donde tus palabras no son escuchadas, mis llamados no tienen respuesta. Un maravilloso néctar se transforma en un amargo veneno. ¿Por qué? Hay dos respuestas:

La primera, señala al simple hecho de que las cosas no son como uno quiere, la voluntad de otros se antepone a la de uno, el viento sopla a favor de ellos y tu barca se queda atrás, lejana. Han encontrado algo mejor.

La segunda, apunta a mi facilidad por ver las cosas como no son, a ser iluso dejarme llevar por mi mente, sin embargo, en este caso puedo hacer mucho, tan sólo debo dejar de ver maravillas donde nunca las hubo, no idealizar, no esperar nada de nadie y vivir, aprender y disfrutar de los hechos en vez de pensar tanto en ellos.

La decepción la acarreo yo solo, de mis pensamientos, de lo que quiero en la vida, de formar mi creación perfecta. Los demás pueden hacer lo que les guste, pues están en el libre derecho de hacerlo, mas yo no pretendo ilusionar a nadie, solamente hago lo que está a mi alcance para tener una vida en armonía y equilibrada con los demás. No tengo que demostrar nada, solo ser.

Aún así, mientras los demás vivan sedados por los medios y por el sistema, mis pensamientos deberán esforzarse por encontrar alguien con quien quedarse. Aquella nostálgica decepción es sólo un vistazo a la realidad iluminada por las pasajeras banalidades de las que gozamos hoy en día.

Una vez más soy un tipo equivocado de época.


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