jueves, 29 de marzo de 2007

Minicuento 2: donde prosigue la historia de nuestro asombrado músico y de lo que le aconteció en un irreconocible y concurrido lugar.


Luego de estabilizar un poco su conciencia y de equilibrarla con lo que veía decidió dar un paso adelante seguido de varios más hasta que llegó a un irreconocible y concurrido lugar.
Aun un poco tímido por la posible actitud de las personas, se dio cuenta de que no todos eran como el lo suponía había gente que le trataba con cuidado sin prejuicio de su imagen. Fue entonces que decidió pronunciar unas palabras después de tanto tiempo. Sentado en su vieja maleta y tomando su guitarra con una cuidadosa postura empezó a dar nacimiento a una melodía con mucha armonía. Arpegios de Rem y Lam con arreglos propios de él vibraban en el aire y atrajeron la atención de más de uno. Ya con un pequeño círuclo de personas a su alrededor, en su mirada se reflejó aquel don de inaudito músico que llevaba consigo desde joven y que nunca pudo mostrar a su gente. Al cabo de unos segundos su voz empezó a entonar una letra melodiosa que nacía de su brillante talante de barítono. Las personas
gratas y emocionadas de escuchar semejante obra hicieron alución a mitológicos y extraordinariospersonajes de tierras nórdicas como les sugería la canción que nuestro personaje entonaba y que había aprendido en frías tierras del norte, uno de los muchos lugares por donde anduvo. Muchagente interrumpió su apresurado paso para detenerse y escuchar algo de tal obra, sin embargo, hubo algunos que pasaron a su lado ignorándolo, pensando y diciendo'pobre vagabundo', 'me esperan en la oficina', 'voy atrasado',' sería mejor que buscara un trabajo digno', 'no hijo, debemos apurarnos que van a cerrar el banco'.
A medida que seguía con sus historias llenas de armonía y melodía la gente que en un principio le escuchaba empezó a desaparecer y de los pocos que quedaban uno le dio un golpe directo en la memoria. Tan fuerte fue la emoción del momento que sus ojos no pudieron evitar la humedad. Uno de los que contemplaba su actuación estaba tan emocionado como él lo acababa de estar. Viejo y con la cara un tanto demacrada, con las manos en los bolsillos como siempre acostumbraba a caminar, su compañero de travesuras y de andanzas aquél con el que alguna vez juró servir a la música como el siervo más fiel a su patrón, estaba ahí viéndole cumplir ese pacto que
cumplieron juntos fielmente hasta que él tuvo que partir.
Al terminar la canción, se puso de pie y no encontró palabras para la alegría sólo un abrazo fraterno equivalente décadas de ausencia, la emoción era evidente había muchas cosas de qué hablar compartir.

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